
Ya he comentado mi condición de celíaca desde muy temprana edad. Primero mis padres, y más tarde yo y mi hermano junto con ellos, hemos tenido que vivir situaciones lamentables respecto a nuestra condición de celíacos. Pero son cosas con las que aprendes a vivir y lo positivo es que nos han hecho mucho más tolerantes y comprensivos con las situaciones de otras personas.
El tema de la primera comunión es el cénit de estas situaciones lamentables. Últimamente ha habido polémica sobre la comunión con o sin gluten, ya que las hostias sin gluten se consideraron no válidas para el sacramento. Varios blogs se han hecho eco de la noticia, pero he pensado que es mejor soltar mi vivencia en mi blog, quedarme a gusto y "zanjar" el asunto (al menos interiormente).
Yo hice la comunión muy tarde, con casi 10 años, cuando los niños de mi clase la habían hecho con 8 o incluso 7 años. Mis padres no son católicos practicantes, aunque yo iba a misa los domingos con mi tía abuela. Supongo que pedí hacer la comunión tarde y motivada por imitar a mis compañeros de clase (aparte del vestido largo, ya se sabe). Hice la catequesis y un 23 de junio, víspera de Sant Joan, hice mi primera comunión. Mi madre me dijo que el cura ya sabía qué hostia debía darme, y que no me preocupase.
Lo que no supe hasta bastantes años después es que mi madre había hablado con el cura para explicarle mi celiaquía y qué opciones había para que yo comulgase con una hostia sin gluten. Y el cura le respondio que "el cuerpo de Cristo no le puede hacer daño a nadie". Esa frase se me ha quedado grabada a fuego en la memoria, porque resulta que sí, que a mi, una niña de 9 años, le hacía daño el trigo con el que se fabrica la hostia. Y que a pesar de la transubstanciación del pan en el cuerpo de Cristo, esa hostia se puede seguir analizando químicamente y sigue teniendo gluten. Supongo que ese cura era lo suficientemente inepto y arrogante como para no ver el problema, y considero que por su profesión no se puede permitir ninguno de esos dos defectos.
Desde aquella frase mi poca fe en la institución de la iglesia católica se esfumó. Y me siento como si me hubieran echado porque aquel cura, con esas pocas palabras, dijo que yo estaba excluida de la iglesia. Años después mi hermano pasó el mismo trámite, y los dos hemos dicho que de haberlo sabido en su momento, no lo habríamos hecho. ¿Para qué comulgar en una institución que no te considera válido para pertenecer a ella? No sólo eso, sino que conociendo el problema, su única solución es decir que una hostia sin gluten no puede consagrarse. (!)
Han pasado más de 20 años y las hostias sin gluten siguen generando polémica. Ahora resulta que en Alemania ya se podía comulgar con hostias por debajo de 10 ppm (partes por millón) consideradas aptas para celíacos. ¡Sólo debían preguntar dentro de su propia organización! ¡Sólo eso! Pero hacen gala de su arrogancia negando primero, y cuando se genera polémica se pregunta. Prefieren excluir antes de pensar e integrar. ¿Creen que Jesús tendría esta actitud?
Buscando más información sobre el tema, leí una entrevista hecha a un cura celíaco diagnosticado en su etapa adulta, cuando ya ejercía como cura. Hasta hace poco el diagnóstico de la celiaquía era prácticamente exclusivo de la edad infantil, pero los avances en las pruebas de detección han permitido detectar a muchos celíacos latentes en edad adulta. Y un cura tiene que comulgar todos los días. ¿Deja de ser un cura apto por su condición de celíaco? Nada como tener el problema dentro para dignarse a estudiar una solución.